Por qué Uruguay se convirtió en una plataforma de expansión para los negocios IT

Por Rafael Staricco para Newsweek Argentina

En los últimos 40 años Uruguay desarrolló dos industrias nuevas. La forestal, por un lado, y la tecnológica, por otro. Pero: ¿cúal es la explicación detrás de que un país se vuelva tan competitivo en un sector de la economía siendo tan pequeño? La misma pregunta se puede hacer con el fútbol, acaso. La respuesta es simple: ecosistema. No se trata solo de territorios, sino de una trama de servicios, recursos humanos capacitados, empresas, redes de colaboración y políticas públicas estables.

Innovar rápido, se sabe, es tan importante como innovar bien. Los países que logran combinar agilidad regulatoria, estabilidad institucional y talento especializado se transforman en verdaderos laboratorios para la tecnología. Nuevas soluciones —desde inteligencia artificial aplicada hasta medidores inteligentes y nuevas alternativas de transporte en movilidad eléctrica— pueden desarrollarse, probarse y escalar con visión global.

Es que, el sector de las Tecnologías de la Información (TI) viene escalando posiciones en la economía uruguaya, con un impacto total cercano al 4.5% en el Producto Interno Bruto (PIB) y la generación de más de 20 mil empleos directos de calidad. En la actualidad es uno de los cinco principales rubros de exportación del país, con una cifra que supera los US$ 3.500 millones de facturación anual.

Varios factores explican este desarrollo y hay ejemplos de sobra de empresas y startups de diversas escalas que innovan desde suelo charrúa, para llegar a mercados latinoamericanos y otros más lejanos como Arabia Saudita o Alemania. Sin descontar la sólida relación comercial con EEUU y Reino Unido, claro.

Por un lado, la conocida estabilidad institucional brinda un marco de garantía sólido para establecer negocios o pensar en inversiones a proyectar a mayores plazos. De hecho, el año pasado, los orientales logramos un avance en cuanto a posicionamiento internacional con nuestra Marca País. Según el informe Nation Brand Report, elaborado por Brand Finance, Uruguay alcanzó un valor de marca de US$ 65.800 millones, lo que representa un crecimiento del 14% respecto al año anterior y lo posiciona en el puesto 70 de este ranking a nivel mundial. En el mismo sentido, el Fondo Monetario Internacional destacó este año la estabilidad institucional y la resiliencia de la economía uruguaya, ante un entorno global de incertidumbre.

Claro que este crecimiento no es azaroso. El Estado uruguayo ha sido un actor activo en el desarrollo del ecosistema digital e invierte desde hace más de una década en infraestructura, conectividad y políticas públicas orientadas a la transformación digital.

Programas como el Plan Ceibal, la digitalización de servicios públicos o la agenda de gobierno abierto son la base para una economía basada en el conocimiento. Lo mismo se da con el vínculo entre el sector privado y el Estado a través de organismos como la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), Uruguay XXI y la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (Cuti), que funcionan como plataformas de internacionalización, con marcos colaborativos que permiten co-crear soluciones, explorar oportunidades y anticipar escenarios regulatorios.

Pensar en tecnología puede ser un vehículo, pero también un lenguaje común. Cada vez son más las soluciones que nacen en zona-charrúa y se implementan directamente en mercados internacionales, ese crecimiento se ve aún más acelerado con lo exponencial que ofrece el uso de la IA para el desarrollo de productos tech.

Más allá de los modelos tradicionales de exportar horas de desarrollo, crece el diseño de servicios tecnológicos con sello propio. En especial, las plataformas SaaS (Software as a Service) ganaron protagonismo: se trata de aplicaciones que operan desde la nube, con capacidad de escalar rápidamente, llegar a múltiples países sin barreras físicas y ofrecer valor agregado de forma continua. Este es un ejemplo de lo que significa competir con propuestas maduras, listas para integrarse en operaciones globales, y posicionarse como creadoras de valor en un entorno que muta a velocidades nunca antes vistas.

Convertir la pequeña escala en una fortaleza permite reaccionar y organizarse rápido para innovar. El «sandbox» uruguayo hace que efectivamente puedan implementarse proyectos colaborativos por la cercanía y acceso a actores clave, lo que habilita “probar” soluciones aplicadas desde el país hacia el mundo.

¿Desafíos? Por supuesto que los hay, pero también un ecosistema que aprende, se adapta y responde. Es momento de pensar en revolucionar industrias, escalar ideas y generar impacto sostenible. Puede que, en el nuevo mapa digital de la región, el tamaño no defina el alcance, pero la visión sí.

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